Ese
loco de Khachaturian sigue tocando un vals esplendido. Me lo imagino dirigiendo bajo una parvada de cuervos confundidos y nauseabundos por tanto
estruendo.
Afuera
la lengua del diablo rebasa los 35 grados. Las casas, los mercados, los
camiones, todo se incendia. Algún desesperado grita que se acerca el fin del
mundo. Pendejadas. Hace falta que caigan 300 bolas de fuego para que eso pase,
para que por fin los paranoicos se queden callados. Hace falta que el café
empiece a saber a ropa sucia. O las medidas tributarias comiencen a cobrar la
amputación de un miembro, el dedo pequeño de la mano derecha para pagar la
tenencia del coche nuevo. Pero, creo que algo similar pasa en algún lugar del
mundo, ¿no? Sí, he escuchado de gente que
ha tenido que pagarles a unos matones para continuar trabajando en el lugar
donde lo hacen. Pagar para continuar viviendo. Pagar para trabajar, trabajar para
que te paguen y así poder pagar para continuar con vida trabajando. En algún
lugar alguien acaba de comprar un arma y está esperando al matón-cobratario. En
algún lugar hay alguien que acaba de pagar por su vida después de sentir que se
le salía una masa hirviente y olorosa por ahí.
¿Y
nos cagamos con la idea de caigan asteroides? Cuándo el conductor de al lado es
un imbécil por no dejarnos pasar. “Quién fue el último en entrar al baño,
carajo dejaron la taza llena de orina”, “¿Tienes que hacer esos putos sonidos
con la boca cuando comes?”, “Me cortaron el pelo más de lo que quería, ¡ME
QUIERO MORIR!”. Asteroides, asteroides. A nadie le gustan. Entiendo que debe
ser difícil, los Rusos corrieron despavoridos. Supe de señoras que gritaban
antes de caer desmayadas: “¡Es el juicio final, dios mío!” En lo personal, a mí
me parecen interesantes, me gustan. Quiero 500 asteroides, mejor mil.
Los
cuervos siguen dando vueltas arriba de Khachaturian, enmarañados con la fuerza
magnética del sonido. Khachaturian era
Ruso, posiblemente se hubiera impactado con los asteroides, hubiera compuesto algo asombroso después de
escuchar el estrépito. El suceso le hubiera llenado el torrente sanguíneo de
nitrógeno. Ojalá caigan más asteroides, quiero 500, mil, dos mil, uno para cada
uno de nosotros.